Amor y otras palabras

Una de las cosas que más disfruto es leer. Y últimamente, los libros que llegaron a mis manos me hicieron cuestionarme mucho sobre las relaciones, el amor y la idea del enamoramiento. Me llevaron a mirar hacia atrás, a pensar en mis propias experiencias y preguntarme: ¿alguna vez estuve realmente enamorada?

Sé que suena duro. Estuve en una relación de seis años, pero también es cierto que éramos muy jóvenes. Y cuando leo historias tan puras, tan sanas y tan llenas de ternura, me surge la duda: ¿fue amor o fue apego? ¿O tal vez una mezcla de los dos?

Siempre escuché que el enamoramiento dura solo unos meses… pero yo recuerdo haber sentido esa emoción muchas veces dentro de esa misma relación. Claro, también recuerdo haberme desenamorado otras tantas. Tal vez hoy me hago estas preguntas porque, por fin, logré cerrar ese capítulo. Y desde este nuevo lugar, con distancia y madurez, puedo ver las cosas con otros ojos.

Creo que sí hubo amor. Porque el cariño que siento hoy sigue ahí, intacto. Deseo que le vaya bien, me alegra saber que está logrando lo que quiere, y guardo recuerdos lindos de lo que compartimos. Pero también reconozco que durante mucho tiempo lo tuve idealizado. Hoy, en cambio, puedo ver con más claridad la realidad de lo que fue: una relación muy significativa entre dos adolescentes, con todo lo hermoso y caótico que eso implica.

Me dejó aprendizajes que agradezco profundamente. Desde cosas simples como cambiar la rueda de un auto, manejar o usar una atornilladora, hasta otras más esenciales como lo que significa ser compañera, celebrar los logros del otro, crecer junto a alguien, y sobre todo, conocerme a mí misma.

Después de eso tuve otra relación, muy distinta (y sinceramente, una que prefiero olvidar). Pero también me enseñó mucho: me mostró con claridad lo que no quiero, lo que no merezco, y lo importante que es saber poner límites y marcharse a tiempo.

Hoy agradezco todo, incluso lo que dolió. Porque gracias a esas experiencias sé quién soy, qué quiero, qué no, y cuáles son mis no negociables. Aprendí a elegirme, a cuidarme, y a reconocer el amor sano—el que viene de afuera, sí, pero sobre todo, el que nace de adentro.

Deja un comentario